
07 Nov Cuando las aspiradoras eran aparatos multifunción
De entre todos los electrodomésticos que empleamos en la vida cotidiana, la aspiradora es uno de los que existen desde hace más tiempo en una forma similar a la que conocemos: todo un ejemplo de buen diseño funcional para una tarea esencial que se reproduce tanto en los aparatos más sencillos como en los destinados a limpieza industrial. La aspiradora diseñada por Walter Griffiths en 1905, la primera orientada al mercado doméstico, ya contaba con los elementos reconocibles: una unidad central, un tubo flexible e incluso accesorios intercambiables. Quizás por ese éxito tan temprano en la era de la electrificación, la aspiradora fue la base de distintas invenciones que llegaron a convertirla, aunque fuese brevemente, en un verdadero sistema multifunción. Te invitamos a conocer esta curiosa historia de la mano de Limpiezas Abando.
Si hubo tentativas en este sentido es porque fue la propia gente quien espontáneamente aprovechó las prestaciones de un aparato capaz de generar potentes corrientes de aire. Los secadores de pelo domésticos no llegaron hasta los años 20 y resultaban incómodos e incluso peligrosos, por sobrecalentamiento. No sería hasta los años 50 cuando apareciesen modelos que llegaran a popularizarse. Por ello, un ingenio que se extendió en estos años fue el de conectar un tubo al escape de aire con la que contaban las aspiradoras –a menudo permitían emplear su propio tubo– y así aprovechar esa corriente para agilizar el secado del cabello.
Probablemente este es el origen de los sorprendentes proyectos industriales con los que se trató de aprovechar en su día el funcionamiento del motor de la aspiradora para reunir otras diversas funciones en un único y futurista aparato. El Museo del Diseño de Gante cuenta en su colección permanente con un poco conocido dispositivo de los años cincuenta llamado, precisamente, R 50. La propuesta consistía en un aspirador de pie que a simple vista no difería tanto de los actuales… pero que ofrecía la posibilidad de acoplar distintos accesorios intercambiables que lo transformaban no solo en un secador de pelo, sino también en una batidora, una lijadora y hasta una pistola de pintura. Si bien este aparato tan peculiar no acabó de cuajar en el mercado y se quedó como una línea evolutiva truncada y olvidada, es un curioso ejemplo de la relevancia histórica de un invento que nos resulta tan común como el aspirador.